lunes, 24 de marzo de 2014

Ahí debajo

Es extraño y difícil saber que no estás pero que todavía no te has ido. No has dado un portazo, ni siquiera has dicho adiós y así es muy complicado saber cuando tengo que despedirme. Sé que es mi turno, ojalá fuera capaz de dar un puñetazo en la mesa, levantarme, salir por la puerta y dejarte ahí sentado. Lo que no sabes es que iría todo el camino de vuelta a casa con la cabeza girada, y no lo sabes porque sé que a pesar del dramatismo de la escena no me mirarías ni una sola vez. 
Ya no sé si es porque realmente no quieres mirar o porque te da miedo o porque sí. No lo sé y tú no me lo dices. No quiero ser de esas que se mienten a sí mismas inventándose mil excusas inverosímiles de por qué un chico no las ha llamado, no pienso ser así. Me niego a ser así. Pero es que tampoco me ayudas a ver las cosas de manera diferente.
Voy a hacer lo que me dijiste, no te voy a esperar. Nunca he esperado nada de ti, de hecho, porque siempre me has dejado claro que no me querías, que no querías y que no sabes querer. Me lo has dejado claro y lo has demostrado. Y te has ido.

Pero a pesar de todo estás aquí, cuando me toco el pecho; sigues ahí debajo, como enquistado, como infectado. 
Y yo sigo aquí arriba, como embobada, como estancada.